Les
voy a contar de lo que me paso en un día de mi vida. Tenia yo de costumbre el
levantarme cada mañana y darle gracias a Dios por todo lo que tenia y porque me regalaba un día mas de vida. No obstante, partía yo luego a dar un paseo por las calles de Illinois donde yo vivía. Cada mañana iba durante mi caminata al puesto de flores de una joven que vendía las mismas para poder comprar
medicinas para su madre. Le compraba yo unas 99 rosas amarillas y una rosa blanca
que le daba a una ancianita que no tenia familia y que me encontraba cada día frente al puesto de revistas de la plaza pública. En uno de esos en los que repartía yo mis flores simplemente para arrancarle una sonrisa
a alguien me encuentro que cerca de mi casa había una niña que lloraba desconsoladamente.
No le dirigí la palabra en el momento, pero cuando regrese de repartir las 99 rosas amarillas, todavía ella estaba
allí, y opte por darle a ella la rosa blanca. La niña se me queda mirando a los
ojos y me dice:
- Señor, ¿Por qué me regala usted una flor?
- Yo le dije que era una muestra de que había alguien que pensaba en ella y se preocupaba por ella.
- Ella me respondió simplemente con unas gracias.
- Le pregunte que Cual era su nombre.
- Ella no me respondió.
A
la mañana siguiente fui como de costumbre a comprar mis flores, pero notaba yo algo raro en el ambiente. No era el mismo día cálido al que estaba acostumbrado en cada mañana.
Repartí mis flores, pero en ese día no compre 100 rosas, sino que compre 101, porque tenia la esperanza de encontrarme
a aquella niña otra vez, pero esa niña nunca la volví a ver. Así fueron pasando
los días hasta que llega un 29 de noviembre. Era el año 1994, y aquella niña
ya no era una niña, que ¿cómo lo supe? Porque ella se me acerca y me dice:
- Señor, ¿se acuerda usted de mi?
- Perdona pero no creo haberte visto nunca.
- ¿Se acuerda de aquella niña a la que una mañana, usted regaló una rosa blanca?
- Como no, le respondí muy contento de haberla visto.
Pude
mantenerme en comunicación con ella por un tiempo mas, luego como antes ella solo desapareció.
Ocho años mas tarde ya era yo un anciano, y me daba tristeza el no poder ir a repartir mis rosas. Un día la niña, que ahora era toda una mujer fue a mi casa a visitarme.
Con lagrimas en sus ojos, entro a mi cuarto y me pidió que por favor me parara frente a mi ventana. Con mucha dificultad pero con entusiasmo lo logré. Cuando
me pare frente a la ventana que daba a la calle, todas y cada una de las personas a quienes en algún de mi vida estaban allí. Traían una rosa cada uno y desde el silencio de la calle solo se escuchaba el llanto
de las personas al saber que pronto yo me iba a morir. Así sucedió...
Recuerdo
muy bien a aquel señor al que cariñosamente le decía yo abuelo. Murió el día
4 de septiembre de 2002, el mismo día de mi cumpleaños. Ahora como un legado
de aquella compasión que él sintió de mí y tuvo el detalle de regalarme una rosa, yo, cada tarde voy a su tumba y pongo una
rosa roja, en señal del gran aprecio y respeto que le tuve y que le tendré siempre.
- Gregory Becare- Murió el día 4 de septiembre de 2002, después de haber visto las
rosas y las caras de aquellas personas.
- Diana Berming- Visita cada día su tumba como bien ella lo explica y también sigue
con la encomienda de regalar flores a personas angustiadas en su ciudad y en los países que visita.