Era
un día como cualquier otro. Un lunes mas que me levantaba para ir a la escuela,
en donde cursaba el 8vo grado. Recuerdo que desde temprano en la mañana estaba
lloviendo, y mi padre me ofreció llevarme hasta la escuela. Yo a pesar de mi
edad tenía mucha fe en las cosas y pedía a Dios porque todo lo que quisiera se me lograra.
Una buena nota, una cita con alguna chica del colegio etc. Tenia más confianza
en Dios que en cualquier amigo, tanta que hasta nos tratábamos de Yo. Llego la
hora de salida y allí, frente al portón de la escuela estaba mi padre con sombrilla en mano, listo para llevarme a casa, después
de un día de clases un poco mojado. Llegué a mi casa y después de terminar mi
tarea, fui a jugar un poco con mis hermanos, haciendo barquitos de papel para que se fueran con la lluvia. Mas tarde, a eso de las 9:00pm, mientras pasaba por el despacho de mi padre camino a mi cuarto, lo escuché
gritar un poco molesto.
- iSeñor!, ¿Por qué me has abandonado?, ¿Por qué ya no me ayudas en mi trabajo? y ¿Por qué ya no puedo resolver
mis problemas?, ¿Ayúdame a conseguir una promoción en mi empleo?
Cautelosamente,
entre al despacho de mi padre y simplemente le puse mi mano para que la tomara
y me acompañara a un lugar. Él me acompañó hasta la parte posterior de nuestra
casa, donde ubica la piscina. Él me preguntó que ¿Qué hacíamos allí?, y yo le
contesté.
- ¿Para qué me traes hasta aquí hijo?
- Solo escucha y mira con atención lo que pienso de lo que gritaste en el despacho.
- Pero que podrías tu decirme, tu no sabes nada, son cosas de adultos.
- Escucha le dije, (poniendo un pequeño barco de papel en la piscina)
- Tú eres el pequeño barco que no sabes en que dirección dirigirte, Dios es el viento quien te guiara hacia puerto
seguro si tu se lo permites. Los problemas son el agua, quien poco a poco hace que
el barco de tu vida se hunda en ellos. Solo tu decides que vas a hacer con tu
vida, Dios te ofrece el empujón, pero eres tú el que decides si lo tomas o lo dejas.
Si decides estancarte en los problemas, te ahogaras y entonces será tarde para lamentarte. Así que tu escoges que harás. (Luego me retiré sin esperar una contestación de mi padre. (Él se quedó pensando
cerca de la alberca por unos minutos, mientras el pequeño barco de papel se iba hundiendo.
Al
día siguiente, me levanté para ir a la escuela, pero encima de mi gavetero había un sobre sellado que decía: Para mi hijo
Tom, De: Tu Padre.
Lo
abrí con desespero, porque mi padre nunca había hecho eso. La carta decía lo
siguiente:
Querido
hijo:
Perdona
que sea tan cobarde como para pararme frente a ti y darte las gracias por el ejemplo de anoche. Te confieso que cambiaste mi vida en el día menos pensado. Gracias
a ti me di cuenta de los errores que estaba cometiendo y de las actitudes que debía de enmendar. También me enseñaste que la culpa de mis problemas la tengo yo y que soy yo quien decide si salir de ellos
o estancarme en ellos. Gracias a ti he decidido aceptar el empujón de Dios y
salir adelante con su ayuda, mi esfuerzo y tu cariño.
Te Ama:
TU PADRE
Hoy
día tengo 18 años y comenzaré estudios universitarios en la Universidad de Florida.
Mi padre es un hombre victorioso y tiene su propio negocio. Logró casarse,
luego de llevar 6 años de viudo y les digo que juntos, él, mi segunda madre, mis hermanos y yo no podemos estar más dichosos
de la vida. Somos muy felices, porque pudimos todos gracias a mi ejemplo enmendar
algún error de nuestras vidas. Mi padre escribió un libro sobre sus experiencias
antes y después de la lección que le di. Espero que mi ejemplo ayude a otros
como mi padre a tomar las riendas de su vida.